En la antigüedad solo las personas más adineradas podían permitirse vestir ropas teñidas con colores brillantes, mientras que las clases más bajas se limitaban a llevar tejidos con tonos desvaídos o sin teñir. Los antiguos empleaban los productos que les proporcionaba la naturaleza para conseguir los pigmentos de tinte, como animales, plantas y minerales. Por ejemplo, en la India, Persia y China empleaban con maestría plantas como el índigo, la rubia o el catechú; y en los pueblos indígenas de Sudamérica utilizaban insectos recogidos de los cáctus.
Púpura: En la Edad Media la tela más cara era la de color púrpura ya que este tinte se elaboraba con las secreciones de varias especies de caracoles marinos. Los más valorados eran los obtenidos en las costas del Mediterraneo, ya que originaban un tinte de mayor calidad. Este color también podía obtenerse de una planta llamada Acacia catechú, propia de la zona de Indonesia y Malasia.
Índigo: los antiguos extraían este color azul intenso de varios tipos de plantas, así como de una especie concreta de caracol, el Hexaplex trunculus.
Rojo: se obtienía de las raíces de una planta llamada Rubia cordifolia y de la cochinilla, un tipo de insecto parásito que se instala en las hojas de la tuna, un cáctus originario de Mesoamérica. En la
actualidad la cochinilla se emplea en la fabricación de pintalabios.
Amarillo indio: este tinte se importaba de la India y China, de donde llegaba en forma de peras o bollos compuestos de una materia prensada de color marrón amarillento. No se sabía con certeza por qué procedimiento ni con qué ingredientes era elaborada. Durante mucho tiempo se creyó que se fabricaba mediante la evaporación de la orina de vacas, camellos, elefantes o búfalos, que eran alimentados con ciertas plantas; o que eran cálculos biliares de estos animales.
Verde esmeralda o verde París: se obtienía del arsénico y en un principio se empleó tanto en el ámbito textil como en el artístico (los pintores lo usaban para obtener el color verde de sus cuadros) En el siglo XIX se descubrió que era venenoso, por lo que su uso se prohibió. Actualemnte se emplea como insecticida. El verde también podía conseguirse, de forma menos peligrosa para la salud, de las hojas molidas de la clorofila.